domingo, 23 de septiembre de 2007

Marylanza Golf Resort

Lo malo de lo bueno es que casi siempre se acaba, y la mayoría de las veces antes de lo que nos gustaría. Pues mis cuatro días de descanso en el hotel de la foto, el Marylanza Golf Resort también han llegado a su fin, aunque me han dejado un nivel de estrés bastante más bajo que el de la semana pasada.

GeekDraz y yo decidimos pasar unos días de relax en este aparthotel situado en el sur de la isla de Tenerife, donde yo no había estado nunca. No soy amiga del turismo playero, pero el de piscina se me da bastante mejor, así que tampoco era demasiado necesario que el hotel elegido estuviera en primera línea de playa. A pesar de ello, la playa de Las Vistas, en los Cristianos, está situada a menos de un kilómetro del hotel y hasta allí nos fuimos paseando en una de nuestras salidas.

Este hotel tiene menos de un año de existencia y aún continúan en construcción algunas de sus atracciones como el entorno del spa que, aunque ya funciona desde hace un par de semanas todavía no dispondrá de otros servicios como masajes o peluquería hasta octubre. La oferta del hotel se completa con tres piscinas (una fría, otra climatizada y otra infantil), pista de squash y, por supuesto, el gran atractivo del recinto, el campo de golf. Desde nuestra habitación con hermosas vistas hacia el campo pudimos comprobar que la media de edad de los practicantes de este deporte es más bien avanzada y que su presencia se incrementa visiblemente los domingos (y que por mucho que lo intente me sigue pareciendo un deporte aburridísimo).

Uno de los puntos más favorables del Marylanza es sin duda su oferta culinaria. Todas las comidas se realizan en el restaurante tipo buffett, con una amplia variedad de productos tanto autóctonos como continentales. Así, pudimos comprobar la energía que aporta un desayuno europeo compuesto por huevos fritos, bacon, salchichas, patatas y alubias en salsa en comparación con el tradicional español de bollería y café. Nuestra mayor sorpresa fue ver la gran cantidad de turistas que finalizaban ese desayuno con champagne y caviar.

Tanto en el almuerzo como en la cena el buffet ofrece carnes, pescados, pastas, verduras y entrastes fríos con infinitas combinaciones. Hasta seis tipos distintos de queso, una docena de salsas para acompañar nuestra elección gastronómica, pizza casera (con muy alto índice de consumo entre los asistentes) y carne o pescado preparados a la vista y según nuestro gusto en una plancha dispuesta al efecto. Todo ello acompañado por unas ocho variedades de pan diferentes y un delicioso surtido de postres. El resultado de ese impresionante buffet han sido 3 kilos de más y posiblemente una tasa de colesterol superior a la razonable en mi caso, pero para qué son las vacaciones sino para disfrutar, no?

Para variar la actividad tan satisfactoria de comer tuvimos también nuestras sesiones de piscina vespertinas, los cafés y sudokus nocturnos, un par de paseos a Los Cristianos (incluidas ampollas en los pies, tan típicas de los turistas, así como la piel estilo camarón), la lectura compulsiva de un nuevo libro, las retransmisiones deportivas en la tele de nuestro apartamento, la música de un arpista amenizando la noche (y eso que nos perdimos el show de Elvis) y el Direct Poker de un canal de televisión francés con el peor dealer y los peores jugadores que hemos visto en años.

Lo peor de la vuelta a casa es descubrir que nadie va a limpiarte el baño y la habitación mientras tú estás tumbada en la piscina y que el buffet a partir de ahora consistirá en elegir los productos de la nevera que vas a cocinar hoy. Ay, qué tristeza.

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