jueves, 13 de diciembre de 2007

Fiebre del sábado noche

A mediados de la década de los setenta la música disco causaba furor en todo el mundo. Para reflejar las inquietudes de la juventud de aquella época el británico Nik Cohn publicó un artículo en el que describía los "ritos tribales" de estos jóvenes, apasionados del ritmo sin mucho interés en ninguna otra actividad más que disfrutar de los fines de semana y gastar su dinero en ropa y alcohol.

Inspirada en ese texto se estrenó en 1977 "Fiebre del sábado noche", dirigida por un John Badham que por entonces rondaba los 40 años y tenía amplia experiencia en la dirección televisiva pero nula en la gran pantalla. Como estrella de la película se eligió a John Travolta, cuyo bagaje cinematográfico hasta aquel momento también era bastante limitado a sus 23 años. El drama de Tony Manero los llevaría a ambos hacia el éxito más inmediato, convirtiéndose en la película musical más taquillera de todos los tiempos en 1978.

Hoy en día se recuerda la película como una producción normalita, sin estridencias pero tampoco sin más genialidades que las de un montaje musical notable con los temas de Bee Gees y otros artistas del momento. La película en sí tiene poco argumento fuera de la pasión por baile y, de hecho, supone una revisión del oscuro futuro de unos jóvenes que por entonces no tenían planes más allá de la noche del sábado siguiente, que consistía en ir a bailar, gastarse el sueldo de la semana en copas, tabaco y algún que otro psicotrópico e intentar conseguir algún polvo sin complicaciones. Nada que ver con la juventud de hoy, verdad? Pues después de 30 años poco ha cambiado la cosa, ciertamente.

De todos modos, la película muestra para mí una visión muy pesimista y desesperanzada de la juventud que, obligada por las convenciones sociales y religiosas (hoy por suerte menos definitivas) llevaba una vida que no quería llevar pero que realmente tampoco sabían cómo convertir en algo mejor porque no conocían otra cosa. Para Tony Manero, sin estudios, con un trabajo decente pero pobre en una droguería y cuya familia lo considera la oveja negra ante su hermano sacerdote, el único momento de expansión personal y de felicidad se produce cuando acude a bailar a la discoteca Odisea 2001. Allí todos lo admiran, lo aplauden y lo felicitan, algo que no encuentra jamás en un seno familiar marcado por la pobreza y los desprecios.

La historia no es, por supuesto, lo más destacado de la película. Lo bueno de la cinta es ver la sinceridad con que se retrata la sociedad de mediados de los setenta, igual en el Brooklyn del film como en cualquier otra parte del mundo. Machismo, religiosidad enfermiza, homofobia, racismo, clasismo... un sinfin de tópicos negativos reunidos todos en un grupo de clase media-baja cuya máxima es pisar antes de que te pisen. Y aunque el desenlace se supone que es trágico, al final tiene que vencer el amor, algo que nunca entenderé y que en muchas películas parece estar metido con calzador.

Y como tampoco podía ser de otro modo, tras el enorme éxito del film hubo secuela: se tituló "Staying alive", fue dirigida por Sylvester Stallone en 1983 (sí, habéis leído bien, el mismo Stallone) y fue un sonado fracaso. Lo único que sobrevivió a aquel fiasco continuó siendo la música de los Bee Gees, símbolo inequívoco del universo disco setentero.

3 comentarios:

  1. Hola

    Después de leer la imagen de la juventud de aquella época, tan similar a la de hoy en día, me pregunto cuál será la verdad de estas cosas:

    a) Todas las generaciones son iguales.

    b) La visión que tienen los poderosos de la juventud es siempre la misma.

    c) La sociedad y los poderosos se las apañan para negarles el futuro al 90% de los jóvenes y los convierten en seres sin más esperanza que quemar sus míseros salarios en bebida y drogas.

    Da que pensar.

    Un saludo.

    Juan

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  2. Juan, yo no creo encontrarme entre los poderosos pero soy más partidaria de la primera opción que de las otras dos (y un poquito de la segunda, también es verdad, pero no creo que tenga nada que ver con el concepto de poder). Creo que cada uno puede, dentro de una serie de limitaciones, claro está, buscarse su futuro, su vida y su felicidad. Todos podemos elegir gastarnos el sueldo en juergas y alcohol los fines de semana o hacer algo diferente, más o menos productivo según el gusto de cada uno. Al menos tenemos ese sueldo para poder gastar, no? A veces podemos elegir más de lo que creemos y nosotros mismos nos ponemos las barreras.

    Puede que a veces la sociedad también ponga más trabas de las necesarias o deseables, pero la esperanza se tiene mientras uno sea capaz de disfrutar y sacar provecho de cada cosa que haga, por muy insignificante que parezca.

    En definitiva, todas las generaciones acaban siendo parecidas en el fondo, como todos los hijos nos parecemos a nuestros padres más de lo que nos gustaría la mayoría de las veces :)

    saluditos!

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  3. Me gustó mucho esta peli aunque no me guste el estilo discotequero de la época. Eso sí: Travolta bailaba que te cagas y estaba como un fideo.
    En cuanto a lo que dice Juan, sólo puntualizar que cómo llegó a esa conclusión de que es el 90% de esos jóvenes y no el 40% o el 54%... no creo eso, creo que algunos jóvenes se gastan parte de sus sueldos en lo que le da la gana, y dudo mucho que el 90% se pulverice su sueldo en drogas. Cada uno se divierte como le viene en gana, y si un joven, como dices tu, Juan, trabaja y gana un sueldo, supongo que tendrá derecho a la diversión, incluso drogándose... otra cosa es que alguien tenga un problema con las drogas y esté enganchado. Eso es otra cosa. Eso es alguien que tiene un problema y tiene que drogarse para olvidarse y a ese joven hay que ayudarlo, nada más. Un saludo.

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