jueves, 13 de marzo de 2008

Turismo en Barcelona: Mercat de Sant Antoni

En nuestra segunda jornada en Barcelona visitamos el tradicional Mercat de Sant Antoni, un enorme edificio de hierro diseñado por el arquitecto Rovira i Trias en 1882, en plena revolución industrial. En los últimos años este mercado se ha hecho más famoso si cabe por la enorme concentración de coleccionistas que tiene lugar en sus aledaños los domingos por la mañana.

Cientos de puestos ofrecen libros, revistas, cómics, figuras, sellos, chapas, postales, juegos de ordenador, películas, discos, posters y muchísimos más artículos tanto nuevos como de segunda mano. Varios grupos de personas intercambian aquí y allá sus reliquias y objetos antiguos, de toda clase y condición. Abundan los vendedores sobre todo de libros y revistas, con precios que oscilan entre los 50 céntimos y cientos de euros por piezas descatalogadas o difíciles de conseguir en tiendas convencionales.

Algunos stands resultan sorprendentes, como este de la foto que muestra colecciones de las chapas adheridas a los tapones de corcho de las botellas de champán, también llamadas cápsulas. Esta afición lleva el nombre de placomusofilia y he visto en internet que tiene más seguidores de los que en un principio podríamos imaginar. Cualquier clase de coleccionismo, por extraña que parezca, tiene su parcela de interés en este peculiar mercado.

Varios puestos funcionan simplemente como exponentes del actual merchandising de figuritas y muñecos que arrasa entre los jóvenes (y no tan jóvenes) de gran parte del primer mundo. En otro lugar del mercado se ofrecían varias máquinas de gashapon, con juguetes de las series de anime japonés más de moda del momento. Cartas de Magic y otros juegos modernos son también objeto de intercambio entre los asistentes a este curioso centro de reunión cultural.

La selección se completa con muchos puestos dedicados a la música y el cine, con discos antiguos, muchos vinilos y películas de serie B que difícilmente se pueden encontrar a la venta en algún centro comercial. También vi las tradicionales mariquitas recortables con las que casi todas las niñas de mi edad jugábamos de pequeñas, hoy inexistentes en el ocio infantil.

Hay también librerías que acuden allí para ofrecer sus libros y cómics a mejor precio que en el local y aprovechar así la enorme afluencia de compradores interesados en sus productos. Todo, lo viejo y lo nuevo, tiene cabida en esa parte de mercado: cualquier cosa que se pueda comprar, vender o intercambiar, tiene su lugar en el Mercat de Sant Antoni. En definitiva, un reducto de nostalgia en el que es recomendable perderse de vez en cuando.

6 comentarios:

  1. Hola

    Je, je, ¡qué buenos reportajes sobre tu viaje a Barcelona! Es una ciudad muy bonita.

    Un saludo.

    Juan.

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  2. Juan, yo es que como soy de provincias me emociono al llegar a la gran ciudad :D Y Barcelona me encanta, la verdad!

    saluditos!

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  3. Hola, chicos!

    Barcelona es una de las ciudades que conozco que más me gusta, además de tener mar al lado (que es algo que valoro mucho). No puedo decir lo mismo de Madrid, donde siempre me he sentido tenso y nervioso.

    Llevo ya unos años haciendo compras en mercados de antigüedades o mismo a través de internet. En la mayoría de los casos es fruto de completar partes incompletas de un pasado. Me refiero a la infancia, adolescencia,... o mismo a nivel investigación. En Compostela cuando hablaba con algún amig@ y salía el tema este se reían cuando les decía que tenía varias botellas de Mirinda. Sí, ya sé que en algunas partes de España y del mundo todavía se sigue consumiendo, pero aquí hace casi veinte años que no.

    Otra cosa que me gusta hacer, tanto en mercados como en ferias es pasear simplemente y fijarme en los sonidos, ruídos, olores,... En Barcelona una debilidad es visitar el Mercat de les flors, y en Compostela es visitar la Praza de Abastos a primeras horas de la mañana antes de que llegue el tropel de gente a hacer sus compras. Es curioso la infinidad de aromas y fragancias que hay. MMMmmmm! ¡Lástima que con el trabajo que tengo ahora no pueda ir por allí!

    He de colocar en mi web del flickr una postal antigua que compré hace unos años del puerto de Barcelona. Alucinaríais lo mucho que ha cambiado.

    ¡Que paseis un buen fin de semana!

    Biquiños e apertas.

    Nim

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  4. Precisamente cuando era pequeño mi padre me llevaba a este histórico mercado para conseguir la decena de cromos que me faltaban para acabar la colección de cromos de fútbol de la temporada que fuera. Así recuerdo perfectamente cómo conseguía en pocos instantes el perseguido cromo de Krankl que tantas pesetas me había costado comprando sobres de cromos en el kiosko. Entre los cines de pueblo y el mercado de San Antonio has conseguido avivar la llama de la nostalgía en mi interior.
    En fin espero que te hayan tratado bien por tierras catalanas.
    Yo no podría vivir, como dice Nimri en una ciudad sin mar. Es curioso pero las ciudades sin mar me producedn una especie de sensación de encierro cuando tendría que ser al revés. Atisvo el horizonte y necesito ver mar sino parece como que se me tira la inmensidad de la tierra inacabable encima. En fin, manías.
    Felicidades por un blog que me parece muy interesante (especialmente la sección libros)y que pienso seguir visitando.

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  5. NimRi, a mí también me gustan mucho los mercados y mercadillos, y revolver entre lo que ofrecen. Dios, la mirinda! Yo la tomaba también de pequeña, de naranja, cuando íbamos a comer pulpo los domingos a Padrón :D Qué recuerdos, jaja.

    Sese, me alegro de despertar buenos recuerdos :) Yo soy bastante nostálgica también aunque todas esas cositas que hacíamos de pequeños me suelen provocar también sonrisas, nunca tristeza.

    Yo tengo la relación con el mar un poco dividida, porque me gustan por lo general mucho más las ciudades con mar pero no podría renunciar mi lugar de siempre, Santiago de Compostela, cuyo encanto milenario y enorme calidez sustituye adecuadamente la falta de mar :)

    saluditos y gracias!

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  6. Hola a tod@s!

    Las Mirindas, esa bebida.
    Yo conseguí hace unos años 4 mirindas (dos de naranja, una de tónica y otra de limón) están más que caducadas.

    No creo que en Santiago tengas tanta nostalgia del mar, puesto que está a escasos 20km., además desde hace casi veinte años tenemos infinidad de gaviotas (sí, en los dos sentidos, gaviotas del pp y las aves, :P) No está tan distante. Te pillas el tren y te vas a Vilagarcía de Arousa, A Coruña, Pontevedra o Vigo; y si no, pues, vas en bus al Barbanza a Rianxo, Ribeira, Porto do Son, Pobra do Caramiñal.

    Respecto a esta ciudad, supongo que no te cansas de pasearla, de descubrir nuevos rincones,... y más si de cuando en cuando tienes que programar una ruta o una visita en plan guía. Tranquilos, no soy de los que anda con el paraguas amarillo ni con un tropel de gente, normalmente son grupos de menos de diez personas.

    Supongo que todas las ciudades o villas tendrán su encanto pero algunas te hechizan más y cada cierto tiempo parece que te reclaman y necesitas viajar. Tal vez a este tipo de dolencia se le llame "Síndrome del Guiri", no sé, pero seguro que los americanos le tienen un nombre a esto. Debería ser obligatorio viajar, la mayoría de los fanatismos y prejuicios desaparecerían.

    ¿Pulpo con mirinda? uno de mis mejores recuerdos es esperar a mi padre a que cerrase la sastrería e ir con él a la taberna de al lado, el bar Moncho, y comer aceitunas o Chimos. Ufff! ¿Los chimos también desaparecieron? :(

    Los veranos eran interminables y como no había piscina, nos íbamos al río con la escusa de ir a pescar truchas o escalos,... al final acababa mojado. Si me castigaban me ponían a hacer sumas o restas y luego me sentaba en la puerta de la entrada,... pocos coches pasaban y siempre había una "lavandeira" o algún otro pájaro buscando insectos en la acera de enfrente.

    En el mes de la fruta, iba con mis hermanos para la huerta y nos subíamos a los manzanos que teníamos o entrábamos en algún gallinero para "investigar".

    Uff! Al final siempre me extiendo demasiado. Disculpas.

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